viernes, 4 de noviembre de 2011

Domingo XXXII- T. Ordinario

EVANGELIO DE SAN MATEO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
<<Se parecerá el Reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. La necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A media noche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.
Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras doncellas diciendo: “Señor, señor, ábrenos”.
Pero él respondió: “Os lo aseguro, no os conozco.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora”>>.



Reflexión
El Ciclo A reserva los tres últimos domingos del Año litúrgico a la lectura del capítulo 25 de San Mateo.
La narración de las “diez doncellas” recoge las costumbres nupciales de los tiempos de Jesús. El Reino de Dios se parece a una boda, uno de los acontecimientos más alegres y festivos de la vida. No participar en ella significaba perderse algo muy importante. El relato es una parábola de crisis, una llamada de atención para no perder la ocasión de participar en la gran fiesta del Reino.
Todo empieza cuando llega el novio. Los invitados, que esperan, entran con él y se organiza la fiesta. Con gran sentido eclesial, Mateo describe a su comunidad cristiana en las diez jóvenes; unas prudentes y otras necias. El evangelista destaca las diferencias y hasta las divisiones que existen en la iglesia. El retraso del novio pone a cada uno en su sitio. Es la alegoría del Señor que llega y juzga: quienes escucharon el Evangelio y lo pusieron en práctica entraron con Él en el banquete de bodas. Pero quienes no hicieron del Evangelio norma de su vida, escucharán del Señor: “No os conozco.” Y Jesús hace oídos sordos ante quienes aparentan lo que no son. Por tanto, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos.”(Mt 7,21).
El texto concluye con la llamada a la vigilancia: “Velad porque no sabéis el día ni la hora.” Muchos cristianos no alimentan su bautismo con la Palabra, los sacramentos, la oración, el sentido de la comunidad... La apatía religiosa de esta época puede aprender del salmista: “Mi alma esta sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua” (Salmo 62).



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