viernes, 30 de noviembre de 2012

Relato de adviento


                        El Hijo más inteligente


Érase hace muchos años un hombre con tres hijos a los que quería con toda su alma. No era rico de nacimiento, pero su prudencia y trabajo le hicieron ahorrar lo suficiente para hacerse con una finca muy fértil.
Cuando se vio un poco viejo, empezó a pensar cómo repartir la hacienda entre sus hijos. Al cabo de poco cayó enfermo. En aquel trance decidió hacer una prueba para ver quién de sus hijos era el más inteligente.
Citó a los tres junto a su cabecera.
Dio a cada uno cierta cantidad de dinero pidiéndoles que compraran algo para llenar su pobre habitación, vacía y desangelada.
Los tres tomaron el dinero y salieron para intentar satisfacer el deseo de su padre.
El mayor pensó que era fácil. Fue al mercado y compró un haz de paja, lo primero que se le puso a la vista. El segundo reflexionó algo más. Después de recorrer el mercado y visitar sus puestos, compró unas plumas de ave. Eran muy hermosas.
El pequeño consideró despacio el problema. “¿Qué hay que, por poco dinero, pueda llenar una habitación?”, se preguntaba. Sólo después de pensar y meditar bastante, se decidió por algo que respondía al caso. Su rostro entonces se iluminó de contento por la intuición que había tenido.
Fue a una calle secundaria y compró una vela y una cerilla. Al volver a casa, iba feliz y preguntándose qué habrían comprado sus hermanos.
Al día siguiente los tres acudieron a la cabecera del padre con su compra para llenar la habitación. El mayor esparció en el pavimento su haz de paja; llenó una esquina. El segundo hizo ver sus plumas: eran hermosas, pero apenas si llenaron dos esquinas.
El padre estaba desilusionado de sus dos hijos mayores.
Entonces el pequeño fue al centro de la habitación; todos le miraban con curiosidad preguntándose: “¿Qué habría comprado?”.
Encendió su vela con una cerilla, y la luz de aquella pobre llama se difundió por la habitación y la llenó. Todos celebraron su ingenio.
El anciano padre se alegró del talento de su hijo menor y le confió toda su hacienda, pues había comprendido que era lo suficientemente listo como para administrar bien y cuidar de sus hermanos.
 
Moraleja

Algo parecido a lo que sucede en el cuento ocurre estos días en el mundo. Son días de invierno, fríos atmosféricamente y desangelados, porque todavía hay mucho egoísmo en el corazón de los hombres.
De pronto aparece una luz que llena el mundo, una pequeña llama que multiplican los hombres de buena voluntad. Nadie la podrá detener. Como dice el evangelio: “Ha llegado al mundo la luz verdadera, la que ilumina a todos los hombres”.
A nosotros nos toca ahora ser sus testigos. Por eso, celebrar la Navidad es, ante todo, una cuestión de luz...

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